Se murió, se fue a vivir entre pinceles, entre telas en blanco, entre pomos abiertos. Aún no se bien quien la recibió, si fue Dalí, Molina Campos o Frida. Se fue su cuerpo, secándose, como lo hace un árbol en el invierno. Pero de pronto me han contado (y convencido) de que aquellas telas en blanco han sido intimadas por indiscretas pinceladas que rompieron con lo limpio. Aún mejor que en la tierra, sus ideas se plasman con claridad, sus trazos son mas firmes que nunca, su obra mas exquisita y su felicidad inmensa. Otros que habitan el lugar admiran con bonanza sus cuadros y se regocijan de ya no ser un ecce homo de no sentir la malicia, vergüenza, odio, rencor o vanidad; de la libertad ya no debaten, solo se limitan a disfrutarla.
En homenaje a Susana Medrano.
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